Sergio Muñoz, el supremo provocador
El juez que llegó más joven a liderar la Suprema se hace notar a través de sus fallos, esta semana en un frontal enfrentamiento con el TC. Influyente y controvertido, Muñoz ha convertido a la tercera sala en l’enfant terrible de las instituciones.
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El ministro de la Corte Suprema Sergio Muñoz ha batido varios récords en el Poder Judicial chileno. En 2005, se convirtió en el magistrado más joven en llegar al máximo tribunal, con 48 años. Antes de una década, cuando tenía 57, se transformaba en el más joven en liderar la corte, que presidió entre 2014 y 2015. Ahora, con 62 años, le quedan todavía 13 para ejercer antes de su jubilación y sigue siendo un magistrado todavía joven. En definitiva, parte de lo que ocurrió esta semana –su enfrentamiento frontal con el Tribunal Constitucional (TC)– tendría relación tanto con su controvertido carácter como con el hecho de que el ministro Muñoz no va de salida.
Por el contrario: abogados, expertos y miembros del Poder Judicial consultados indican que el ministro –de contar con los votos y de no imponerse una mujer, dado los tiempos– técnicamente podría convertirse nuevamente en presidente de la Corte Suprema, que en 2020 estrenará un nuevo líder, luego del período de Haroldo Brito. Sería su nuevo récord, inédito en Chile: una segunda oportunidad para aplicar su doctrina.
Es el contexto en que redactó el fallo conocido el lunes que contempla, en sus considerandos, que los ministros de la Corte Suprema pueden revisar decisiones del TC. Parece haber cierto consenso entre los expertos en que se trataría de una alteración al actual orden constitucional.
Nacido en febrero de 1957 en Villa Alegre, Linares, Muñoz cursó la educación básica en el Liceo Blanco Encalada de Talca y la media en el Internado Nacional Barros Arana (INBA). Estudió Derecho en la Universidad Católica de Valparaíso –es el primer presidente de la Corte Suprema de esa casa de estudios–, donde a fines de los años setenta fue presidente del Departamento de Bienestar Social del centro de alumnos de su escuela. Estaba en ese cargo cuando en 1978 fue autor del reglamento y creador del programa de entrega de beneficios a los alumnos, lo que el propio Muñoz destaca en su currículum.
El "muñoízmo"
En el Poder Judicial comenzó de abajo, como oficial segundo del Tercer Juzgado del Crimen de Valparaíso. Corría enero de 1982 y todavía no cumplía los 25. Como ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago –cargo que asumió en 1998– dirigió con éxito la investigación del asesinato de Tucapel Jiménez, que por 17 años había estado en manos del juez Valenzuela Patiño, sin grandes avances. Fue su primer gran caso de connotación pública. Luego vino el caso Spiniak y el caso Riggs, de las cuentas secretas de Pinochet.
Sus puntos de vista han adquirido influencia en la corte, poco a poco. Un estudio del Observatorio Judicial analizó las votaciones de su sala –la Sala Constitucional de la Corte Suprema– entre el segundo semestre de 2016 y 2017. El informe indica: "La sala parece haberse uniformado en torno al liderazgo del ministro Sergio Muñoz, quien pasó desde la posición minoritaria a liderar la mayoría. Asimismo, la gran disidente del período fue la ministra Rosa Egnem, observándose una marcada rivalidad con el ministro Muñoz". En febrero de 2018, la ministra Egnem solicitó el cambio de sala y pasó a la primera Sala Civil, Muñoz es un magistrado polémico, pero no por tener alguna determinada posición política, por ejemplo, porque tiene grandes detractores en sectores muy diferentes. El asunto no va por su exceso de progresismo o no.
Desde distintos frentes las críticas apuntan a una personalidad y agenda que no calzan con el "ser judicial", un excesivo personalismo –"muñoízmo", le llaman– y por una especie de hilo populista en sus sentencias. Derechos comunitarios, fallos ambientales, derechos de la salud -en desmedro de las isapres– y diferentes temáticas de garantías del ciudadano frente a las instituciones. En su último fallo contra el TC, un organismo que tampoco goza de las simpatías de las masas.
Muñoz ha llevado a la tercera sala, en definitiva, a convertirse en l'enfant terrible de las instituciones.
Para José Miguel Aldunate, director del Observatorio Judicial, "el ministro Muñoz siempre encuentra un argumento plausible". "No se trata de que no siga las normas o no razone jurídicamente, pero en sus razonamientos lo que se descubre es una dirección tendiente a anteponer el criterio del juez por sobre el criterio del legislador. Obviamente hay un esfuerzo argumentativo –no es un acto de pura voluntad o arbitrariedad–, pero se advierte esa intención".
Hasta sus detractores le reconocen inteligencia y capacidad de trabajo extraordinaria. Un abogado de un estudio importante de la capital señala que Muñoz es pro Fisco, que defiende bien los intereses del Estado, que le importa poco ir contra la corriente y que defiende su postura con sustento y fundamentos. En el reciente fallo que causó el choque de trenes con el TC, Muñoz citaba a autores como H.L.A. Hart, uno de los filósofos del derecho de mayor importancia del siglo XX.
No se trata de que la Corte Suprema haya cerrado filas con Muñoz y su reciente fallo relativo al TC. En un máximo tribunal donde cada sala tiene una especie de cacique, nadie parece querer tocar los distritos ajenos, como lo mostró Brito con sus declaraciones del martes. Sobre todo cuando existen determinados ministros –como el propio Muñoz– que parecen incontrolables. En la defensa de su resolución dada a conocer ayer, la tercera sala indicó que los fallos de cada una de las salas representan a toda la corte, en un claro mensaje de corrección al presidente del máximo tribunal.
El proximo pleno, donde se verán las caras todos los supremos, promete una discusión caliente.